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DANTE TIMES

Fernanda Martínez Jasso

Objetos

Actualizado: 30 jun 2022

"Nunca nadie nos explicó en dónde se acomodan las cosas que te dejan las personas que se marchan."

Había comenzado a trabajar en el “Antiquario Rigattiere Gianola Veja” de Turín, donde quizá no sería una gran periodista, pero me servía para pagar el alquiler.


Durante los primeros días había dedicado el tiempo en ordenar y revisar el registro de las antiguedades que se vendían, además de clasificar aquellos que llegaban por donaciones o porque el dueño los conseguía tras un buen trato. El lugar estaba lleno de esculturas, objetos para el hogar, joyas, viejos electrodomésticos y máquinas e incluso, algunos libros.


Una vez ordenado todo, mis tareas se redujeron a simplemente estar en el mostrador, lo cual era bastante aburrido porque en invierno carecíamos de clientes. Eché un vistazo a los libros y me pareció gracioso encontrar en aquel lugar "El sistema de los objetos" de Jean Baudillard, el cual es un libro sobre semiótica y filosofía que tal y como el título lo sugiere, es un profundo ensayo taxonómico sobre la categoría del objeto.


Había comenzado a trabajar en el. Decidí leerlo durante mis jornadas de trabajo y cuando por fin llegué a la última página, hice una pausa y miré a mi alrededor, lo cual me hizo sentir que estaba rodeada por un mundo de objetos. Reflexioné sobre la lectura y miré detenidamente algunas antiguedades para pensar en sus funcionalidades y en los sistemas tecnológicos y culturales que las envuelven, tal y como lo sugiere Baudillard.


El problema es que, pese a ser un libro bastante extenso y tras observar todo tipo de objetos que había en la tienda, me di cuenta de que el autor nunca es capaz de explicarnos cómo se clasifican y dónde se ponen las cosas que te dejan las personas que se marchan. Y es que esto llegó a mi mente después de mirar un brazalete de plata que en su interior tenía grabado: “Francesca, no habrá día en que mi amor te haga falta en esta y en otras vidas”.


Primero debo admitir que me cuestioné cómo es que un objeto que parecía tener un gran valor, había terminado en una caja dentro de las donaciones que se le habían hecho a la tienda. Después, pensé en los criterios a través de los cuales clasificamos los objetos: valor de uso, valor de cambio, valor de producción, etc; y en cómo nos importan por su valor extrínseco, como el papel moneda.




Un buen impermeable es más apreciado cuando llueve que cuando el día está radiante.

Un diamante es costoso no sólo porque está hecho con un material escaso, sino por el trabajo y la especialización que implica cortarlo y dejarlo en su mejor estado. Y así, valoramos los objetos también de acuerdo con la función que les asignamos. El diario impreso se inventó para leer las noticias, pero enrollado sirve


para matar insectos y deshojado para limpiar vidrios, cubrir superficies o envolver vasos.


De nuevo miré aquel brazalete y pensé en todos aquellos objetos que yo tengo en casa, en cómo guardamos cosas que nos sirven o nos gustan, y cómo nos deshacemos de las que, por alguna razón, dejaron de hacerlo. Y eso que guardamos, termina siendo un obituario de nuestra relación con las personas.


Al llegar a casa me dieron ganas de hacer una limpieza profunda, pero después de echar un vistazo al armario me di cuenta de que aún conservo muchas cosas de alguien que de súbito eligió marcharse de mi vida, y no sabría bien qué hacer con ellas. Objetos de los que me cuesta deshacerme, pero que tampoco puedo tener conmigo, atravesándoseme en la vida, recordándome un futuro que al final no quiso ser. Y a pesar de que algunos llevan historias, en realidad no tienen uso práctico o decorativo.


Días después recorrí los pasillos de la tienda e intenté inventar la historia de cada uno de los objetos que se encontraban ahí y pensé en que la memoria es quizá una obra en construcción; que hace falta ser muy cuidadosos con lo que le quitas y le pones para irle dando forma.


Pensé en todos los objetos “valiosos” que tengo en mi armario y en cómo habían llegado a mi vida, y deseé creer que el tiempo se encarga de hacer una limpieza a la memoria. Porque al pensar en alguno que otro objeto, me doy cuenta de que uno nunca deja de querer en realidad.


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