En lo profundo de las montañas al norte de Italia, cerca de Turín, se esconde un sorprendente lugar de culto que desafía las nociones convencionales de arte y arquitectura. Erigido en secreto durante más de una década por una comunidad espiritual, este complejo de salas monumentales es el corazón de “Damanhur”, una sociedad autogestiva que busca la integración de una conciencia colectiva global. Curiosamente, el nombre proviene de una antigua ciudad egipcia y significa “ciudad de la luz”, un reflejo del propósito de esta comunidad.
Via Instagram: @josephine_dc90
El Sueño de Oberto Airaudi
La historia de este proyecto comienza en 1978, cuando Oberto Airaudi, un místico y visionario italiano, fundó la Federación de Damanhur con la intención de crear una sociedad basada en valores espirituales y de cooperación. Parte de su visión incluía la construcción de un espacio sagrado que simbolizara la conexión entre todas las culturas, religiones y tradiciones del mundo.
Sin maquinaria pesada y en total secreto, los miembros de la comunidad dieron forma a un complejo de más de 8.500 metros cúbicos de espacios subterráneos. Lo que inicialmente fue un pequeño proyecto se convirtió en una obra monumental, que permaneció oculta hasta su descubrimiento en 1992, cuando las autoridades finalmente supieron de su existencia. Se asombraron tanto por la magnitud de la construcción, que en lugar de clausurarlo, permitieron que continuara existiendo, y hoy está abierto a visitantes de todo el mundo.
Un Espacio de Arte y Espiritualidad
El complejo subterráneo no solo es una proeza arquitectónica; cada una de sus salas es una obra de arte en sí misma. Decoradas con intrincados mosaicos, esculturas y frescos, las cámaras representan la rica diversidad de pensamiento de diferentes culturas, encontrando referencias al antiguo Egipto, culturas precolombinas, mitología celta y tradiciones orientales como el budismo y el hinduismo.
El uso de la geometría sagrada en el diseño de los espacios es un elemento central. Las proporciones y las alineaciones de las salas no son aleatorias, sino que siguen principios matemáticos que, según los creadores, buscan armonizar con las energías del universo. Este enfoque proporciona una atmósfera especial que invita a la meditación y a la introspección.
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Entre las cámaras más destacadas está la Sala de los Espejos, un espacio dedicado a la luz y al autoconocimiento, cuyas paredes reflejan una multitud de colores y formas. Por otro lado, la Sala de la Tierra está decorada con imágenes que celebran la naturaleza, el ciclo de la vida y la conexión con el planeta. La Sala de las Esferas, con una cúpula de vidrieras que filtran la luz de manera sublime, es otro de los puntos más impactantes del recorrido, considerada por muchos como el centro energético del templo.
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Mucho más que una construcción bajo tierra, la Ciudad de la luz, es un viaje al corazón de la espiritualidad humana y un testimonio del poder del trabajo colectivo. Su creación fue posible gracias a la visión de una comunidad comprometida no solo con la edificación de un espacio físico, sino con la construcción de un legado espiritual que trasciende culturas. Para quienes lo visitan, es una oportunidad de sumergirse en una experiencia única que combina arte, arquitectura y conciencia.
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